Nuestra historia con el vino es larga. Data desde la Conquista, cuando se inició un camino que no solo ha sido imparable, sino que se ha perfeccionado siguiendo los más altos estándares de mundo. El clima mediterráneo, habernos librado de la filoxera (un parásito que asoló Europa, Estados Unidos e incluso Australia en el siglo XIX) y la variedad de suelos son parte de las condiciones que siempre han favorecido nuestro desarrollo vitivinícola como productores, así como estar protegidos por la Cordillera de los Andes y que por el Océano Pacífico recibamos la fría Corriente de Humboldt que regula las temperaturas en los valles.

Sin embargo, el tema de las exportaciones es reciente y se remonta a los últimos 25 años, en especial con los tratados de comercio que han sido firmados en este período. El resultado ha sido exitoso y hoy somos el cuarto exportador mundial de vinos después de Francia, Italia y España. Además, Chile es el primer exportador del Nuevo Mundo, superando a Australia y Estados Unidos, según datos de ProChile, que en una alianza estratégica con el sector privado ha impulsado este posicionamiento internacional. De hecho,estamos en más de 150 países –siendo nuestros principales mercados
Estados Unidos, China, Reino Unido, Japón y Brasil– y en los últimos nueve años –entre 2006 y 2015– las exportaciones de vino aumentaron 91 por ciento, pasando de 968 millones de dólares en 2006 a 1.847 millones en 2015.

De acuerdo a los datos de ProChile, el récord de las exportaciones estuvo en el vino embotellado tinto que creció un 3 por ciento, en comparación a 2014, alcanzando envíos por 1.020 millones de dólares en 2015. Además, esta entidad señala que el mercado estrella es China, ya que es uno de los que más ha crecido en el último tiempo.

En 2015, los envíos aumentaron 49 por ciento respecto a 2014, alcanzando exportaciones por 222,6 millones de dólares.
Y, ¿qué pasa con los cepas? Aunque la llamada “Cepa País” está siendo cada vez más valorada entre nosotros, al momento de exportar el Cabernet Sauvignon es el número uno, seguido por el Sauvignon Blanc, el Chardonnay, el Merlot y el Carménère.

Un panorama auspicioso que habla de lo mejor de lo nuestro, simplemente porque la base está en la tierra, en nuestra tradición y en el afán de tener un gran objetivo que va de copa en copa. //@revistacosas

Fuente: Revista Cosas